Historias de gnomos

Un proyecto personal en desarrollo con textos e ilustraciones sobre historias de gnomos.

«Hay tres cosas que se dicen sobre Hortensia Spoodwick: que es astuta como un zorro, fuerte como un tejón y que nunca, nunca, nunca podrá entrar en el Colegio de los Gnomos Exploradores.

El Colegio de los Gnomos Exploradores es una asociación con centenares de años de historia que alcanzó sus años dorados hace, igualmente, centenares de años, cuando los gnomos aún vagaban de aquí para allá y vivían aventuras mientras buscaban su lugar en el mundo.

En la actualidad es más bien un club de caballeros, donde los viejos gnomos se
sientan al calor de la lumbre a debatir y discutir sobre los grandes hitos de la exploración gnómida. Por motivos históricos (que, según sus miembros, tienen todo el sentido del mundo) les está prohibido el acceso a las gnomas (gnómidas, en realidad) y, hasta aquel momento, nadie parecía haberle dado mayor importancia.

De las tres cosas que se dicen sobre Hortensia Spoodwick, una era verdad, una era solo medio verdad y la otra era directamente mentira. Efectivamente tenía la mente astuta y despierta de un zorro, lo que le permitió planificar el golpe cuidadosamente. Era tremendamente fuerte para ser una gnómida, pero no tanto como un tejón sino más bien como un mamífero pequeño, como un hurón. Y fue gracias a su fuerza y a su astucia que pudo entrar sigilosamente en el Colegio Oficial de Exploradores por la ventana de atrás y arrasar en un suspiro con todo lo que necesitaba para su largo viaje, mientras las viejas glorias debatían airadamente en el Gran Salón.

Solo dejó una nota con su nombre antes de irse sigilosamente con el botín robado. Porque, aparte de fuerte y astuta, Hortensia es, además, tremendamente orgullosa.»

«Filibuster Baxter Jenkins es (o era) el más célebre gnomo explorador de la historia reciente. Como ya hicieran los grandes del pasado, Filibuster había recorrido millas y millas, viviendo aventuras asombrosas. Llevaba el bigote enrollado a la manera de los gnomos del Sur, unas resistentes botas de siete leguas y un puñal de diente de lince que se jactaba de haber usado en no pocas ocasiones.

A Filibuster le encantaba contribuir a su leyenda con anécdotas y datos exóticos, -que contaba entre gruñidos y palabrotas, para horror de los padres gnomos y delicia de los gnomitos- pero, sobre todo, guardando misterioso silencio cuando era conveniente.

Entre los habitantes de la Villa se decía que había vivido una temporada con mapaches, de los que aprendió a hablar las lenguas ferales y a hacerse amigo de lo ajeno. Filibuster, por supuesto, nunca lo desmintió. Cierto o no, siempre que desaparecía volvía tiempo después cargado de alhajas maravillosas, que regalaba entre los habitantes de la Villa o donaba al Colegio de los Gnomos Exploradores.

Hasta que un día no lo hizo.

Igual que corrían miles de rumores sobre su vida, corrieron miles de rumores sobre su muerte. Años más tarde, llegó a la Villa una postal, donde Filibuster Baxter Jenkins, posando orgulloso con sus clásicas botas y su bigote sureño, parecía estar guardando uno de sus misteriosos silencios cargados de significado. Sea como sea, nunca se volvió a saber de él.»